«…Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos. Cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven…»

Esta idea, en esencia, sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder o preservar el poder.

En 1986, el por entonces Diputado de la Unión Cívica Radical; Abogado, Especialista en Derecho Tributario y en Relaciones Internacionales, Raúl Baglini, popularizó el “Teorema de Baglini”, uno de los conceptos que marcaron los análisis de la política argentina hasta hoy, permitiendo examinar las conductas de los dirigentes a medida que se acercan al poder. Es un enunciado con características de ciencia dura que se aplica al mundo social, puntualmente a la política con una mirada sistémica.

Esta proposición fue anunciada en medio de la vuelta a la democracia en el país, cuando un sector del peronismo, herido por la derrota en las elecciones de 1983, hacía promesas y pedidos de forma incesante y, en algunos casos, imposibles de cumplir.

Podría decirse que nada ha cambiado a casi 40 años de la vuelta de la Democracia. El contexto actual no es distinto de los tiempos en los que las prácticas demagógicas de quienes ambicionaban el poder, predominaban sobre cualquier sentido común.

Basta con observar las acciones llevadas a cabo por el actual gobernador de la provincia de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, para encontrar un claro y contemporáneo exponente de un modelo de política que, contra todo principio ético, se apoya sobre la base de que «el fin siempre justifica los medios».

La decadente administración del poder público ha convertido al actual gobernador en un lamentable resabio de un líder autocrático, que ya en el ocaso de su carrera, sabe que es momento de encontrar a un digno sucesor, una nueva imagen que le garantice completa obsecuencia y las correspondientes prerrogativas que alguien de su reputación cree merecer, con el único fin de perpetuarse en el poder desde un lugar que le otorgue privilegiada comodidad.

Esta transacción conlleva una gran estrategia y, tal vez, estemos en vísperas de la mayor tentativa de ingeniería social que se haya visto dentro del marco de las acciones políticas. Su temor a perder el poder y la amplia distancia a la que comenzó a orbitar del mismo hace ya algunos años, lo hacen titubear, volviéndolo un ser más irracional de lo habitual, evidenciado por sus decisiones erráticas e inexplicables que preocupan incluso a sus correligionarios.

En proporción con el estado de neuroticismo del mandatario provincial, comienzan a incrementarse las promesas clásicas de campaña, vuelven a resonar con fuerza los juramentos que no se cumplieron en años de gestión, como los recurrentes anuncios de planes de vivienda y demás augurios de un mejor porvenir que solo pueden ser emanados por alguien que padece las graves secuelas de una mitomanía pertinaz y, que a la vez,  transita con decrepitud, un innegable estado de fragilidad y desasosiego.

Siente que ya no alcanza solo con eso, apostar a la ilusión y la esperanza de la gente fue, durante muchos años, su «As en la manga», pero esto, también se convirtió en la causa principal de su declive, por eso, para que el plan tenga viabilidad, también consideró necesario irrumpir en las Instituciones, alterando las reglas del juego para complementar y dar mayor sustento a sus intenciones, tal como lo busca hacer con la implementación de una Ley completamente cuestionable y retrógrada como la de «Lemas».

Su séquito de «jóvenes» funcionarios y posibles aspirantes a la gobernación el año próximo, no son más que el resultado de lo que el propio Gobernador definió como el plan de «Trasvasamiento Generacional» lo cual no es otra cosa que la configuración de su propia «Camporita», entendiéndose por demás, cual es el fin de esta organización y el sentido litúrgico que adquiriría en nuestra provincia, cuando de cultos disidentes a la democracia se trate.

Las palabras de Baglini hace 36 años en aquel discurso frente a los representantes del populismo, hoy cobran más sentido que nunca para los sanluiseños, vivimos una realidad en la que un puñado de pseudolíderes y funcionarios incompetentes se han adueñado de nuestras decisiones y nuestros sueños, nos han mentido para robarnos nuestra libertad, han hecho de nuestra Provincia, una tierra asolada por el crimen, la corrupción y la pobreza.

Es imprescindible un llamado a la autoreflexion, el Pueblo de San Luis debe entender de una vez que, cuando la ofrenda es grande, hasta el santo debe desconfiar. No debemos permitir que sigan negociando nuestra dignidad con promesas vacías que nos privan del juicio al momento de disponer delegar parte de nuestro poder a una persona. Más aún, cuando las intenciones de esta son arteras y, con el fin último, de perpetuar su mando con absoluto despotismo.