A 34 años de la Tablada

Un día como hoy, pero de 1989 se llevaba a cabo el copamiento del cuartel de la Tablada por integrantes de una pequeña fuerza de izquierda, el Movimiento Todos por la Patria, que instigados por Enrique Gorriarán Merlo irrumpieron en el cuartel desencadenando un combate que, en plena democracia, se extendió hasta el día siguiente dejando 45 muertos y más de 100 heridos.

Aproximadamente a las seis y media de la mañana del lunes 23 de enero de 1989 el mayor Horacio Fernández Cutiellos escucha disparos. Mira por la ventana y pronto se da cuenta de que están atacando el cuartel del que circunstancialmente quedó a cargo. No llega a ponerse las botas, apenas se queda con sus alpargatas y se dirige al teléfono. Llama a La Plata, donde reporta, y anuncia lo que está sucediendo. El comandante le dice que enseguida van para allá, para La Tablada, y Fernández Cutiellos responde que dará su vida por defender el cuartel. Unos minutos después, atravesado por dos balazos, cumplirá su palabra.

La escena es una de las muchísimas situaciones de fuego y sangre que marcaron el copamiento de La Tablada, del cual se cumplen hoy 34 años. Para los jóvenes, es difícil entender el complejo entramado de poder y de odio que desencadenó los hechos. Para los que lo vivieron, es difícil olvidarlo: durante dos días la atención de todo el país estuvo puesta en el Regimiento de Infantería Mecanizada 3 General Belgrano, ubicado en La Tablada. El saldo: 45 personas muertas (32 atacantes -4 de ellos desaparecidos-, 9 militares, 2 policías, y 2 civiles), más de 100 heridos y un cuartel destruido y olvidado.

Todo comenzó cuando integrantes del Movimiento Todo por la Patria ingresaron al cuartel a la fuerza. Ellos aseguraron que intentaban evitar un golpe de estado (luego se probó que no era así). Su idea era tomar los tanques y dirigirse a Plaza de Mayo “con el apoyo de la gente”. Para eso se hicieron pasar por carapintadas, pero el plan se fue de las manos muy pronto. El líder era Enrique Gorriarán Merlo, ex miembro del ERP, que comandó la operación desde lejos, ya que nunca ingresó al cuartel.

El contexto por supuesto era complicado. Hacía poco más de un mes había sucedido el último alzamiento carapintada, liderado por Mohamed Alí Seineldín, y la mayor hipótesis de conflicto parecía venir desde el fuego interno. Conscientes de esa situación, el MTP parece haber querido aprovechar la situación para tomar algo de poder y hacerle exigencias al gobierno de Raúl Alfonsín.

En 1987 y 1988 el líder radical había enfrentado sin recurrir a la violencia y negociando con los sublevados, tres insurrecciones militares carapintadas, pero en este caso la represión desarrollada por el Ejercito fue brutal y poco después de las 08:00 hs. del 24 de enero, el general de brigada Arrillaga, a través de un megáfono, intimó a los atacantes a rendirse incondicionalmente. Provenzano, en nombre de los combatientes del MTP, respondió que están dispuestos a rendirse pero pidió la presencia de un juez y atención médica para los heridos. Arrillaga aceptó esas dos condiciones y se inició el proceso de rendición.

El juicio contra los atacantes se realizó en forma sumaria ese año sin respetar el derecho al debido proceso, completadas en 1997 con las condenas de Gorriarán Merlo y Ana María Sívori. En 1997 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) tuvo por probado que el Estado argentino fusiló, torturó y vejó a varias de las personas que fueron detenidas, evitó investigar los delitos de lesa humanidad cometidos por los militares y otros funcionarios, además de no respetar el derecho al debido proceso.

Doce años después de los hechos, luego de una huelga de hambre de los presos de La Tablada y presionado por los cuestionamientos de la CIDH, la comunidad internacional y las organizaciones de derechos humanos, el presidente Fernando de la Rúa, conmutó las penas de los condenados que más tarde serían indultados por el presidente Eduardo Duhalde en el año 2003.

Scroll al inicio