Cada papel moneda cuesta 1,20 dólares, es decir, 216 pesos. Como la Casa de la Moneda no da abasto para producir todo lo que necesita una economía con 95% de inflación, debe encargar a Brasil y España, en momentos en que escasean las divisas para cualquier operación de comercio exterior.

El kirchnerismo se resistió a imprimir billetes de alta denominación por temor a su impacto inflacionario. También el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, se oponía a hacerlo con el argumento de que la falta de papeles de mayor valor forzaba a la población a usar medios electrónicos que ayudaban a blanquear la economía. Pero la casi duplicación de los precios en 2022 (95%) ha forzado a las autoridades a revisar su postura: Pesce, el ministro de Economía, Sergio Massa, y el nuevo presidente de la Casa de la Moneda, el cordobés Ángel Elettore, apretaron el acelerador para imprimir entre la Argentina, Brasil y España billetes de 2.000, 5.000 y 10.000 pesos.

La Casa de la Moneda no da abasto con la impresión de billetes por la mayor inflación y, en consecuencia, encargó la importación desde Brasil, pero el país vecino también llegó a un límite y entonces se echó mano de España. Ahora el socio del Mercosur ha normalizado la producción. Se prevé que los nuevos billetes se impriman tanto a nivel local como en Brasil y España.

Es necesario tener en cuenta además, que el billete de más alta denominación en la Argentina, el papel de mil pesos, está cada vez más devaluado, a tal punto de ser el de menor poder adquisitivo de la región. Aún así, su costo de producción en comparación con los beneficios que se obtienen de este lo convierten en un gran problema, debido a la inviabilidad del proceso.

Desde su creación en 2017, el billete de mayor denominación perdió el 95 por ciento de su valor medido en dólares al tipo de cambio oficial y cayó en un 110 por ciento en el mercado paralelo.