El premio regional “Billete del año” reconoce los logros destacados en el diseño, la sofisticación técnica y la seguridad de un billete. En este contexto, el nuevo billete de $1.000 ha sido destacado como el más seguro de América Latina, un logro que elogian las autoridades monetarias. Sin embargo, en medio de la constante lucha contra la inflación, surge la pregunta inevitable: ¿de qué sirve tanta seguridad en un billete cuyo valor se deprecia casi a diario?
El nuevo billete de $1000 con la ilustración de José de San Martín correspondiente a la nueva familia “Heroínas y Héroes de la Patria” que se puso en circulación el viernes, fue galardonado como mejor billete del año, en el marco de la Conferencia de Impresión de Alta Seguridad de América Latina, siendo un intento loable por rescatar la memoria y el legado de aquellos que forjaron el país. No obstante, ¿estos héroes estarían orgullosos de representar una moneda cuyo poder adquisitivo se desvanece cada vez más rápido?
Las medidas de seguridad implementadas en el billete son impresionantes y demuestran el trabajo que se ha tomado el Banco Central de la República Argentina para la protección del papel moneda. La marca de agua, el hilo de seguridad aventanillado, la tinta de variabilidad óptica y otras características son objetivamente un paso adelante en la prevención de falsificaciones.
Pero no podemos ignorar la realidad económica del país. ¿Qué tan seguro puede sentirse alguien al tener billetes de alta protección cuando los precios aumentan a un ritmo desenfrenado y los salarios se desvalorizan constantemente?
En un escenario donde la inflación se ha convertido en el enemigo número uno de los ciudadanos, y un billete «seguro», obviamente no garantiza que el poder adquisitivo se mantenga. En cambio, se necesita un esfuerzo más profundo y sostenido para abordar las causas estructurales de la inflación y la devaluación.
La entrega de premios y reconocimientos es, sin duda, un motivo de orgullo para las autoridades responsables de la emisión de billetes. Pero los ciudadanos necesitan más que medallas y laureles, necesitan una economía estable que les permita confiar en la moneda que llevan en sus bolsillos.