Mientras un 70% de niños y niñas de la provincia se encuentran sumergidos en la pobreza y los municipios imploran asistencia debido a la falta de agua, la incontrolable inseguridad y la baja calidad de servicios públicos como salud o educación, Alberto Rodríguez Saá inagura un teatro de mil millones de pesos.

La obra de 608 metros cuadrados, cuenta con una capacidad para albergar a 1.200 personas y se considera una réplica del antiguo Cine-Teatro San Luis, enclavado en el barrio Los Olivares. El dato más relevante, es el valor que se estima, no sólo de la obra en sí, sino de los componentes internos que el mismo posee, ya que, por nombrar alguna de sus comodidades, dispondrá de butacas que rondan un valor de 1 millón de pesos por unidad.

San Luis, se ha convertido en una gran distopía. Más allá, incluso, de las promesas clásicas y grandilocuentes de un representante carente de sentido común afectado por su ego, existe un pueblo que siente y sufre las consecuencias de las descaminadas y antojadizas determinaciones de un personaje político nefasto.

Esta obra se suma a la extensa lista de ostentosas estructuras que nada tienen que ver con las necesidades prioritarias de la sociedad, dejando en claro que los intereses del pueblo no priman en la agenda del actual gobernador, sino que éste sólo busca satisfacer sus propias expectativas de manera caprichosa e incoherente.

El pasado 25 de noviembre, quedó oficialmente inaugurada la obra más representativa del gobierno de Rodríguez Saá, pero no por su valor o belleza, sino por ser el edificio que en su concepto funcional describe mejor a una gestión, que más que gobernar, ha sido una puesta en escena espectacular, en la que los actores políticos disfrazados de funcionarios han conseguido parodiarse a sí mismos, en una gala que pronto va a concluir y pocos se quedarán a aplaudir.