Antes que nada, debemos tener en cuenta que el método de Lemas, se trata de un sistema contrario a la simple pluraridad de sufragios (en el que gana el candidato o candidata único/a más votado/a) ya que permite a los partidos presentar más de una lista de candidatos o candidatas para el mismo cargo y, asignar a la lista más votada dentro de cada partido, los votos que recibieron todas las otras listas.

¿Qué significa esto? Veamos un ejemplo.

Supongamos que un Lema llamado Libertad, identificado con un cierto partido político, posee varios candidatos/as que, en teoría, aspiran a alcanzar la gobernación de una determinada jurisdicción, por lo cual, cada uno de estos/as, debe presentarse bajo un sublema que en apariencia los/las individualiza, pero que indefectiblemente estará bajo la dirección política del Lema Libertad.

En limpio: Libertad, como Lema «matriz», se conforma de varios sublemas que buscan captar la mayor cantidad de votos necesaria para ganar las elecciones, presentando varios postulantes que estratégicamente prometen recaudar sufragios que se sumarán a un único candidato/a predeterminado/a como favorito/a por la fuerza política que dirige el Lema.

Esto vislumbra que no todos los candidatos y candidatas que se presentan a los comicios, realmente aspiran a ganar las elecciones, sino que son de antemano seleccionados por la jerarquía política del Lema, debido a la capacidad que su imagen tiene de captar a algunos votantes distraídos que creen estar eligiendolo a él o a ella, cuando en realidad no hacen más que sumar votos para el o la postulante «favorito/a».

¿Por qué se acude a esta maniobra desesperada y antiética?

Es preciso decir que la voluntad de materializar un sistema tan polémico como el de Lemas, generalmente proviene de quien ya detenta el gobierno de un territorio debido a que es quien ostenta una posición de poder frente al que tristemente se doblegan las Instituciones de control para actuar como participes necesarias, en tal caso, el acompañamiento legislativo para su implementación.

Cuando ese oficialismo sabe que su candidato o candidata favorito/a para competir en las elecciones de manera individual es muy débil y, probablemente, en una definición «mano a mano» con el candidato/a elegido/a por la oposición saldría derrotado de manera indefectible, acude al Sistema de Lemas para evitar la votación a simple pluraridad de sufragios, ya que supone que una elección «tradicional» significaría una derrota inexorable.

Propongamos un ejemplo práctico bajo el régimen de Lemas.

El Lema Libertad presenta 3 candidatos a la gobernación, cada uno con un representante por cada sublema: los llamaremos A, B y C.

El Lema opositor presenta otros 3 sublemas con sus respectivos candidatos: D, E y F.

Supongamos que el candidato A, suma por sí mismo 40 votantes; el B, 10 y, el C, solo 5. Esto significa que el Lema Libertad recauda 55 votos totales que irán al candidato A, independientemente de la voluntad de los 10 votantes de B, o los 5 sufragantes de C.

Por otra parte, el candidato principal de la oposición, D, obtiene 45 votos; el postulante E, 3 votos y, el F, 2 sufragios (todos de la coalición opositora). A simple pluraridad de votos hubiera resultado ganador el candidato D, ya que posee más votantes (45) que su contrincante (A) que suma 40, pero bajo la modalidad impuesta por Lemas, se sumarán la totalidad de votos de todos los sublemas y estos irán al candidato más votado, por lo tanto, los 55 votos del Lema Libertad se impondrán sobre los 50 de la oposición. Consecuentemente, tal vez muchos se pregunten por qué no ganó el candidato o candidata más votado, si así lo determinó la voluntad popular.

Obviamente, de antemano la dirigencia del Lema Libertad, sabe que su candidato favorito (A), es el que más votos naturales tiene, incluso más que B y C combinados (mayor cantidad de votantes voluntarios), pero considera que no son suficientes para vencer al principal candidato de la oposición, por esto es que es necesario implementar el nuevo régimen.

Bajo este sistema, ¿cómo se define la estrategia?

Ante este panorama y, como ya hemos mencionado, el sistema impuesto por la Ley de Lemas, facilita que no exista simple pluraridad de sufragios como lo prescribe la Constitución Nacional, es decir, que el vencedor sea el candidato único más votado por la sociedad, sino que éste resultará de la sumatoria de todos los votos obtenidos por cada sublema y, la cantidad resultante, se le asignará al candidato más votado dentro del conjunto de sublemas que integran el ficticio Lema «Libertad».

Es decir, que no necesariamente ganaría el candidato único más votado, sino que el postulante más votado dentro de los distintos sublemas que conforman el Lema Libertad, absorbería todos los votos de los sublemas «hermanos» y así tendría más posibilidades de ganar en caso de que, por si mismo, no sume la cantidad de votantes requeridos para tal fin.

Cuál es el principal dilema que presenta esta modalidad?

Siguiendo con el ejemplo anterior, cada candidato presentado para encabezar un sublema con «intenciones» de obtener la gobernación, posee sus votantes naturales, es decir que tiene la predisposición por parte de un sector del electorado de recibir una cierta cantidad de votos.

Es aquí donde hay que entender que el Lema Libertad, dentro de la batería de candidatos y candidatas presentados/as en cada sublema orbitante, posee uno/a que es el predilecto y tal vez la mayor figura política dentro del espacio, el o la que inevitablemente captará la mayor cantidad de votos sobre los demás aspirantes correligionarios, pero no los suficientes para vencer al postulante opositor.

La desesperación ante la posibilidad de perder el poder, motiva a algunos líderes políticos a implementar mecanismos tramposos que atentan contra la transparencia de gestión, la ética en el desempeño del sus cargos y contra los preceptos básicos establecidos por la propia democracia, cayendo en el irrespeto por la voluntad popular.

Nunca debemos dejar de preguntar «por qué» al momento de que alguna autoridad política establezca un cambio de reglas, ¿quién o quiénes se benefician de ésto?. Lo cierto es que no es práctico, sencillo ni mucho menos cristalino ya que esta imposición es una modalidad que genera más confusión que certezas, burlándose del albedrío de la sociedad, estableciendo por medio del uso y abuso de la fuerza política, una vía de escape a las reglas electorales constitucionales para intentar torcer el rumbo de colisión de administraciones de gobierno deplorables que deben enfrentar, tarde o temprano, la insoslayable condena social.